sábado, 8 de enero de 2011

5. Amar el imaginario

Sí, decidió andar con Diana. ¿Por qué no? Sabía que el perdón de Juliana era inalcanzable. Podía tomar a la prima de la mano, abrazarla, besarla, intentar quererla y ella sonreía y se dejaba querer. Cuando había andado con Juliana todo eso era casi imposible, eran novios, pero eran más bien amigos, porque en toda su relación solamente se dieron un beso en la boca. Uno. Pero fue el primero de ambos. El más inolvidable…

—¿En qué piensas? —preguntó Diana.

—En nada…

—¿En Juliana?

—Ni la menciones.

—¿Todavía la quieres?

Octavio miró fijamente a Diana. Por más que intentara parecerse a su prima estaba sumamente alejada. Era mejor, pero a la vez no. Se sintió realmente mal. Quería tanto regresar con Juliana que lo mejor que se le pudo ocurrir, en vez de luchar por el perdón, fue andar con Diana que se parecía a ella.

—Sí, ¿verdad? —insistió Diana.

—No me preguntes esas cosas, ¿quieres un helado?

Ambos niños caminaron a la heladería. Diana lo miraba con tristeza. Octavio sabía o intuía o quería creer que ella se estaba arrepintiendo. Si ella terminara todo él se sentiría mucho mejor. Compró dos helados y mientras los comían siguieron caminando.

—¿Sabes? —comenzó a decir Diana. —Juliana no sólo es mi prima, también es o era mi mejor amiga. Es una gran chica.

—¿Por qué me estás diciendo eso?

—Sé perfectamente que te mueres por regresar con ella.

—¿Y por qué aceptaste andar conmigo?

—Porque me gustas mucho. Te conozco desde antes que yo entrara a la secundaria. Juliana hablaba maravillas de ti. Tan bien te pintaba que yo estaba segura que tú eras el príncipe ideal. Creo que me fui enamorando de esa imagen que Juliana pintó de ti en su cabeza.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que eres diferente. No eres como Juliana te imaginó.

—Tal vez no es que sea diferente, sino que tú no me ves como ella.

Diana sonrió y agregó:

—Puede ser. Me gustas, pero no siento todo eso que mi prima describía tan bien.

Nadie dijo nada más. Octavio pensaba que era bueno tener esa conversación, pero ¿por qué hasta que habían transcurrido tres semanas de todo el suceso? Tal vez era el momento idóneo para terminar por la paz. Vio en Diana a una aliada y terminó con ella mentalmente. Lo demostró cuando dijo:

—Quiero regresar con Juliana, ayúdame.

—¿Qué?

—Que quiero regresar con tu prima.

—¿Estás terminando conmigo?

—Sí, perdón Diana, pero es que… no te equivocas cuando dices que en realidad quiero a Juliana, tú también la quieres, podemos ayudarnos y buscar su perdón…

—Lo siento Octavio, no puedo.

—¿Por qué? ¿Acaso no quieres que ella vuelva a ser feliz? Podemos solucionar todo esto, ambos iremos a pedirle disculpas y ella podrá perdonarnos.

—¿Piensas que Juliana es cualquier chica? No creo que nos perdone algún día.

—Ayúdame, la amo.

—Pues no lo parece, creo que eres un verdadero patán. —Diana embarró su helado en el uniforme de Octavio y caminó con paso apresurado. Él sorprendido la alcanzó y la tomó por el brazo.

—Diana, por favor, eres la única que puede ayudarme, terminemos con todo esto, tanto tú como yo queremos de nuevo estar con ella. Funcionará.

—Te lo voy a explicar sólo una vez. —resolvió Diana deteniéndose y mirándolo con enojo. —Juliana te amaba, yo era su mejor prima y amiga, ¿cómo crees que se sintió luego de que ambos comenzamos a andar?

—Tú aceptaste.

—Tú me lo pediste, lo que nos ubica en el mismo plano. Pero ahora escúchame bien. A diferencia de ti, a mí sí me importa mi prima y no pienso ayudar a la persona que más daño le ha hecho.

—Pero…

—Tal vez no lo parezca, pero también tengo dignidad.

Diana se alejó sumamente molesta. Octavio quería seguir insistiendo, pero comprendió la situación. Diana no podía ayudar a la persona que le gustaba para que regresara con su prima. Idiota. Terminó su helado y caminó hacia su casa. Ahora sí ya no tenía novia. Tres semanas duró con Diana. Casi un año con Juliana. Se sentía fatal. Para variar, tampoco Joan estaba con él. Y para variarle más, su amigo quería con Juliana. Era un hecho, la había perdido.

Descubrió que Diana buscaría el perdón de su prima. Y el también tenía que hacerlo, pero ¿de qué manera? ¿Cómo podría lograrlo? Juliana le había retirado por completo la palabra, le había regresado los regalos y en frente de él había roto todas las cartas y tarjetas que intercambiaron. Él, en cambio, todo lo tenía guardado, no tenía el valor para destruirlos. Juliana definitivamente quería sacarlo de su vida. ¿Cómo la recuperaría? Sintió que realmente Diana era su única opción. No podía dejarla escapar. Se desvió del camino y fue a casa de la chica. Ella estaba afuera.

—¿Qué haces aquí? Vete.

—Diana, por favor, razonemos. Sabes que puede funcionar.

—No puedo creer que seas tan imbécil, ¿por quién me tomas? ¿Cómo crees que me siento?

—¿Cómo creo que te sientes?

—Estoy andando contigo tomando un helado y de pronto me sales con que te ayude a regresar con mi prima, ¿quién te crees?

—Pero si tú dijiste que no sentías lo que Juliana sentía.

—Lo que no quiere decir que no te quería, lárgate, vete, no te quiero volver a ver en mi vida.

—Pero…

—Y ¿sabes qué? Ten por seguro que Juliana jamás regresará contigo, una vez que yo tenga su perdón le explicaré a detalle qué tipo de persona eres.

—Pero yo…

—¡Que te vayas!

Octavio no tuvo otra opción que irse. Toda esa discusión lo dejó anonadado. Era fatal. Pero él solito se lo había buscado. Él solito.

1 comentarios:

Míkel F. Deltoya dijo...

Enfatizo mi preferencia por este capítulo...
él solito se lo ha buscado. Él solito.
(cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)