Joan se levantó de inmediato yendo hacia Octavio, lo tomó del hombro y lo sacó del salón.
—¿Qué te pasa? —se quejó Octavio tratando de sostener en sus manos el almuerzo.
—Juliana sí quiere andar contigo… —soltó Joan preso de una extraña emoción.
—Ajá, qué novedad. —dijo Octavio desanimado mientras daba una enorme mordida al sándwich que llevaba.
—No, es en serio, creo que ya debemos terminar con la ley del hielo.
—¡Pe-g-ro apenash la ini-g-ciamos! —exclamó Octavio con la boca llena de comida.
—Lo sé… pero mírala… —dijo Joan señalando a Juliana, ella estaba tratando de ignorarlos por completo y mientras hacía bolitas de papel. —Se ve tan afectada…
Octavio siguió mirándola. Juliana iba peinada de una nueva forma, él esbozó una sonrisa, se supone que tendría que llevar el cabello suelto, pero ella se esforzó en peinarse…
—Entonces… ¿tengo que decirle? —susurró comenzando a sentir de nuevo el jaloneo del nerviosismo.
—Sí, pero no ahorita, el receso está a punto de terminar. —sugirió Joan y al acto la chicharra que anunciaba el fin de la pausa sonó. En menos de dos minutos todos se amontonaron para entrar al salón, les tocaba Geografía.
Mientras la profesora hablaba algo sobre las montañas de occidente, Juliana volteó a ver a Fabiano, por un segundo su mirada se cruzó con la Octavio, ambos se pusieron nerviosos.
—¿Juliana? —preguntó Fabiano notando la perturbación de su amiga.
—¿Sí? Ah… este… ¿adivina qué me acaba de pasar?
Y entonces Juliana comenzó a relatarle a su amigo cómo Joan se había acercado a ella y cómo le había asegurado algo casi imposible.
—¿Y le creíste? ¿Piensas que Octavio se te declarará hoy? ¿Qué hay con eso de hacerse la difícil? —cuestionó Fabiano con raro tono.
—Pues ¿no tú me dijiste que debía ceder un poquito?
—Yo nunca dije eso.
—Pues eso te entendí y… además no creo que Octavio me diga nada… es tan tímido…
Dicho eso Juliana volvió a voltearse. Octavio había aguzado lo más posible su oído para escuchar la conversación de Juliana con Fabiano, pero pudo entender muy poco. Miró a Joan y éste a la vez le pasó un papelito.
Dile a Juliana que la verás en la cancha de fútbol a la hora de Educación Física.
Octavio frunció el entrecejo. Luego arrancó una hoja de papel y escribió torpemente:
Hola Juliana, me preguntaba si puedo hablar contigo en la cancha de fútbol, hoy durante la clase de Educación Física.
Dobló cuidadosamente el papel y pidió a la chica que estaba frente a él que lo pasara a Juliana. La niña tomó el papelito y se lo dio a su vez a Fabiano quien, al darse cuenta de quién provenía, dudó algunos segundos en entregarlo a Juliana, pero al final su sentido de amistad cedió.
—Toma. —susurró pasando el papel con una goma.
—¿Qué es esto? —preguntó la chica, pero al desdoblarlo supo la respuesta. Enseguida contestó:
Sí, ahí nos vemos.
Fabiano intuyó la respuesta por la enorme sonrisa que Juliana tenía dibujada en los labios y sintió dentro de sí una tristeza inexplicable. Octavio leyó el papelito. Joan le hizo una seña de que debía relajarse y eso es a lo que se dedicó Octavio. A respirar y relajarse. Geografía terminó y todos salieron a las canchas de básquetbol, era el inicio de Educación Física. Mientras todos se sentaban a esperar al profesor, Joan y Octavio se desviaron hacia las canchas de fútbol. Juliana los alcanzó minutos después.
Vio de lejos que Octavio estaba recargado en uno de los postes de la portería, Juliana sintió mariposas en el estómago, luego notó que Joan caminaba hacia ella.
—Bueno, yo me voy, ahí los dejo. —susurró el chico al pasar a su lado.
Juliana sonrió y continuó caminando hacia Octavio. Una vez que llegó se recargó en el otro poste de la portería, tenía frente a sí el enorme campo de fútbol, oía desde lejos cómo sus compañeros comenzaban a hacer ejercicio, seguramente el profesor ya habría llegado.
—Hola. —Octavio rompió al fin el silencio.
—Hola. —respondió Juliana divertida, volteó hacia donde se encontraba el chico y se dio cuenta que él ya había caminado tres pasos al lado de ella.
—¿Cómo estás? —preguntó Octavio con un valor increíble, por primera vez no se ponía nervioso, ni su rostro se veía ruborizado, hasta sonaba seguro.
—Bien, ¿y tú?
—Igual…
En ese momento los dos se quedaron callados. Juliana comenzó a sentirse extrañamente nerviosa, comenzó a pensar que hubiera sido mucho más sencillo si Joan se hubiera quedado, y en ella surgieron todos los síntomas de Octavio, las manos sudadas, el rostro rojo, el corazón a mil por hora…
—Yo… —soltó Octavio. —Yo… bueno, es que…
Juliana con trabajos entendía lo que decía Octavio, lo miró fijamente, era más alto que ella, y así, sin la sudadera del uniforme se veía realmente bien. Quiso irse corriendo, ¿qué rayos estaba haciendo? Caminó dos pasos.
—Espera… —pidió Octavio. —No te vayas, por favor.
—No… no me iba… —se apresuró a responder ella con la voz atascada.
—Bueno ya… —se escuchó claramente cómo Octavio reunió de un solo jalón el aire suficiente y soltó con energía. —¿Quieres ser mi novia?
Juliana sonrió. Luego volvió a recargarse en el poste de la portería. Octavio se paró frente a ella.
—¿Cómo ves? —preguntó el chico observando los ojos de Juliana.
—¡Oigan! ¡Ya están pasando lista! —gritó Joan desde el patio de básquetbol.
Inmediatamente los dos reaccionaron. Juliana iba a comenzar a correr pero Octavio le cerró el paso.
—Dime tu respuesta.
Ella volvió a sonreír. Lo miró menos de un segundo, enseguida lo tomó de la mano y lo jaló para que ambos echaran a correr. Octavio se quedó paralizado, los dedos de Juliana estaban entrelazados con los de él.
—¿Esto es un sí?
—Yo no he dicho nada. —dijo Juliana corriendo y con voz agitada.
—Dímelo. —pidió de nuevo Octavio.
Ambos corrieron hasta llegar a la cancha de básquetbol, llegaron justo a tiempo para que Juliana pudiera decir presente. Luego comenzaron a jugar, pero Octavio, decidido a obtener una respuesta abrazó a Juliana y en medio de la sorpresa de todos, le dijo:
—Dime. —Juliana poco a poco fue correspondiendo el abrazo y dijo con voz suave y clara:
—Claro que sí.
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