—Tienes que tranquilizarte Octa, ¿por qué llorabas? ¿Por Juliana? ¡No mames, güey!
—¡No estoy llorando! ¡Deja de fregarme!
Samuel no dijo nada más, molesto caminó hacia la salida de la escuela, sus pisadas fuertes hacían que el agua estancada salpicara todo su alrededor.
—¡Ya cálmate! —le gritó Octavio, luego se acordó de que no llevaba dinero para regresarse en autobús, su plan era pedir aventón a Samuel, así que comiéndose su orgullo fue a alcanzarlo. —Ya, en serio… —le dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca de él. —No estaba llorando, es sólo que no sé… mis ojos se deslumbraron por la luz…
—Te acabo de entregar toda la maldita información que me pediste, todo con la esperanza de que abras los ojos, amigo, en serio, Juliana no se decidirá por ti. —Samuel había hablado con tal sinceridad que sus palabras llegaron como puño violento al estómago de Octavio.
—De acuerdo… —comenzó diciendo el chico sopesando el asunto. —Déjame intentarlo, ¿sí? Si ella se decide por Xavier yo la dejo, te lo prometo, haré hasta lo imposible para olvidarla…
—Bien. —respondió Samuel y luego agregó: —Pues vámonos, ya revisé lo que tenía que ver.
Ambos chicos caminaron en silencio sobre el asfalto mojado y luego de llegar al automóvil enfilaron de regreso a sus casas…
…la tarde lucía tranquila, aquella frase que dice “Después de la tormenta llega la calma” quedaba más que perfecta para el panorama. El cielo despejado y la noche comenzando a caer lograban sacar suspiros de las personas que miraban el atardecer…
—¿Por qué suspiras? —preguntó Juliana a Xavier mientras regresaban a casa.
—No lo sé… por ti, supongo.
—¿Supones?
—Bueno, sí es por ti. —rectificó Xavier sonriendo tiernamente a su novia. —¿Ya te voy a dejar o quieres pasar a otro lado?
—No amor, gracias, estoy algo cansada… prefiero ir a mi casa.
—¿No quieres que pasemos a casa de Otto?
—No, luego lo veo yo.
—Bueno…
Xavier siguió conduciendo, toda la preocupación que se había estancado en su garganta se había diluido con la melodía de piano y ahora se anidaba en el estómago. Aparte, sentía cómo le subía una especie de tristeza que no podía controlar. Estaba tranquilo por fuera, pero intranquilo por dentro, quería hablar fuerte con Juliana, hacer un drama, hacerse el deprimido y lograr que ella se sintiera como él se sentía… pero eso era precisamente lo que lo tenía así… Juliana lucía tan desolada, quizás más que él. Y ¿por qué? ¿Todo sólo por Octavio? Aquel pensamiento lo hizo enfurecerse.
Pronto llegaron a casa de ella. La chica bajó del automóvil luego de dar un beso algo frío a Xavier y se perdió detrás de la puerta. El chico esperó unos minutos fuera, algo le removía en su interior y luchaba con todo su ser para lograr tomar una decisión. Vio su celular, luego volteó de reojo a la ventana del cuarto de Juliana y entonces, tal vez sin pensarlo mucho, marcó varios números en el teléfono.
—¿Sí?
—¡Hola Otto! ¿Cómo estás?
—¿Xavier? Bien, bien ¿Y tú?
—Igual.
—¿Qué pasó? No sueles llamarme para cualquier cosa… ¿pasa algo con Julicienta?
—Este… tal vez…
—Si quieres ven ahorita a mi casa, estoy solo y puedo invitarte una partida de billar.
—¿En serio? ¡Vaya! Sí compraste la mesa…
—Sí… me endeudé por varios meses, pero vale la pena, entonces ¿vienes?
—Voy para allá.
—Nos vemos.
Xavier colgó. Aún sin decidirse por completo enfiló hacia la casa de Otto. Repasó en la cabeza aquellas cosas que, tan sólo unos momentos antes, parecían ser los mejores argumentos para estar contra Juliana… pero ahora que los repetía una y otra vez sentía que eran mera paranoia… ¿Y él paranoico? Eso daba risa. Xavier era, o solía ser, la persona menos paranoica que podía existir.
En cuanto el carro de Xavier se perdió en la distancia Juliana pudo por fin meditar tranquilamente, había observado a su chico hablar por teléfono, sólo que no sabía con quién y por cómo iban las cosas supuso que se había quedado de ver con Magaly. Eso la hizo sentirse más triste de lo que ya estaba y se recostó en la cama tratando de alejar ese pensamiento de su cabeza. Pensaba en Xavier, en cómo parecía que todo se había vuelto frío… ¿Dónde habían quedado aquellos días en que todo era felicidad junto a él?
De pronto sintió que ella era la peor persona del mundo… ella al pensar esas cosas, al desvalorar a su novio, al sentirse de aquella manera, al no poder olvidar el pasado y sentir en el cuerpo cómo se desgranaban las escenas de su pasado una y otra… y otra vez. Ella era, definitivamente, la peor persona del mundo. Colocó una almohada sobre su cabeza, quería dejar de oír el inmenso silencio que se esparcía en la habitación…. y por primera vez… sintió que extrañaba París…
El domingo llegaba a su fin. No había sabido nada de Octavio… quizás él por fin había comprendido que ella no estaba capacitada para afrontar una decisión como ésa, quizás por fin se había alejado. El pensar eso le proporcionó tal tranquilidad que le dieron ganas de llorar… poco a poco fue descubriendo que no era eso… era más tristeza, sumada a la tristeza que ya traía. Y con dos tristezas encima del cuerpo las lágrimas cayeron abundantes sobre las mejillas. Música. Música por favor.
Se paró de inmediato y encendió la radio. Y… tal vez por casualidad, tal vez por destino… la canción que comenzó a sonar la hizo entrar en un estado de shock. Era aquella canción, la que se oyó el día del concierto cuando ella estaba con Xavier tomada de la mano, bajo la lluvia… Aquella canción que la hizo recordar brutalmente a la persona que tan sólo unos momentos antes la había ido a dejar… Juliana corrió a la ventana, con la esperanza de ver el automóvil de Xavier, pero no había nada…
…sólo estaba ese paisaje frío y tranquilo, las notas lo inundaban todo, la gente alzaba las manos, brincaba, gritaba, ella se dejó llevar por el ritmo frágil de la canción…
…y entonces Xavier acercó sus labios al oído de Juliana y le dijo en voz alta:
—Escúchala, yo te la dedico.
Juliana apretó la mano de Xavier con la suya y dejó envolverse por la letra, cada frase le llegaba a un lugar especial en el corazón, a ese sitio donde ella creyó alguna vez que ya nada iba a poder llegar. La emoción la llenó por completo. Se sentía terriblemente emocionada, sabía perfectamente que con esa euforia dentro de sí podría hasta besar a Xavier. Pero se contuvo. El grupo siguió tocando la canción… cuando ésta acabó Xavier abrazó a Juliana.
—¿Te gustó? —preguntó el chico con el rostro contento y nervioso.
—Me encantó.
Entonces su mirada fue tan directa y dulce que Ronaldo y Mariana, los amigos que estaban con ellos, comenzaron a burlarse.
—Tontos. —murmuró Juliana al mismo tiempo que la canción llegaba a su fin y dejaba el silencio tras de sí. Apagó la radio y se acostó en la cama tarareando aún, reviviendo al máximo ese primer abrazo con Xavier. —Ya no me importa lo que hayas vivido, lo que tú me pidas yo te lo daré…
Sólo así, Juliana pudo sentirse mejor.
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