Juliana iba a una velocidad impresionante en su bicicleta. Era la única manera de conseguir que el viento le secara las lágrimas que habían surgido de su rostro. Eres un idiota, decía mientras conducía, siempre dices las cosas demasiado tarde. Iba tan rápido y los ojos le ardían tanto que sintió que de un momento a otro perdería el control de la bicicleta y se mataría en una de esas calles empedradas por las que estaba transitando. ¿Pero por qué me hago tonta? Ya sé la respuesta que tanto busqué, se regañó con dureza.
Trató de tranquilizarse parando de golpe su bicicleta. Estaba justo en la calle de la casa de Xavier. Miró hacia atrás para ver si Octavio la había seguido, pero todo estaba vacío. Octavio se había quedado en aquel sitio donde abrazó a Juliana. También tenía ganas de llorar, se sentía completamente inmaduro por no afrontar esa situación como los de su edad. Seguro que otros ya la hubieran mandado a volar, o tal vez ya la hubieran hecho suya. La sola idea en su cabeza lo hizo sentirse peor.
Juliana bajó de la bicicleta y caminó hasta la puerta de la casa de su novio. Se quedó ahí unos instantes, estaba a punto de tocar el timbre, pero cambió de decisión y comenzó a caminar hacia su casa. No había dado ni cinco pasos cuando la puerta de la casa se abrió. Pronto vio salir a Xavier y Magaly. Ambos chicos la miraron. Xavier con una sonrisa en el rostro, pero Magaly con un gesto de pocos amigos.
—¿Viniste a verme? —preguntó Xavier yendo abrazar a Juliana.
—Algo así… —respondió la chica. —Hola Magaly.
—Hola. —saludó la otra chica. Era un poco más alta de Juliana, delgada, de facciones suaves, cabello café claro, muy bonita. Magaly era la mejor amiga de Xavier desde los ocho años, pero no quería a Juliana porque estaba enamorada de Xavier.
—¿Cómo que algo así? —preguntó Xavier. —Fui a buscarte en la mañana y no te encontré.
—Ah, salí a dar un paseo en bici. —respondió Juliana señalando su bicicleta.
—Sí, ya me di cuenta… ¿te sientes bien? —preguntó Xavier notando los ojos rojos de Juliana.
—Sí, bueno, ya me voy, sólo vine a decirte buenos días, tengo que regresar. —se despidió Juliana abrazando a Xavier. Vio de reojo cómo Magaly miraba algo molesta la escena.
—Te voy a ver al rato, ¿vale? Sólo acompaño rápido a Magaly a un asunto y regreso contigo. —dijo Xavier dándole un beso en la frente.
—Sí, no te preocupes. —respondió Juliana. Y vio cómo Xavier y Magaly caminaban al lado contrario de la calle. Genial, pensó, lo único que me faltaba, que Magaly aún venga a visitar a Xavier para que le resuelva sus problemas, y luego una sensación extraña le recorrió el pecho, ¿será que así se siente Xavier cuando alguien menciona la existencia de Octavio?
Sacudió los pensamientos de su cabeza y se dirigió a su casa. Octavio en tanto llegaba a la suya. Tengo que hallar la manera de que Juliana se dé cuenta de que en realidad quiere estar sólo conmigo, pero ¿cómo lo logro? Hace dos años casi cometo un desastre, no quisiera que ella se fuera de nuevo, pensaba mientras manejaba su bicicleta. Entonces sintió que en verdad existía algo que podía hacer, si eso que pensaba no funcionaba dejaría a Juliana para siempre, después de todo, se dijo, tiene que ser como me dijo Eliza, debes dejar libre a quien amas. Pero, convencido de que su plan no fallaría recobró el ánimo y siguió manejando.
En tanto Xavier y Magaly iban platicando.
—¿Pero por qué no lo dejas de una vez? Ya te hizo sufrir mucho y eso me molesta. —iba diciendo Xavier a su amiga.
—¿De veras te preocupa? —preguntó ella con un tono extraño.
—Claro que me preocupa, eres mi mejor amiga, él ya no te puede seguir haciendo ese tipo de cosas. —argumentó él.
—Pues de todos modos, no tengo a nadie más que a él, y no quiero estar sola, así que soportaré hasta el final. —dijo ella con voz firme.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡Él daña tu vida! ¿Qué no te das cuenta? ¿Y cómo es eso de que no tienes a nadie más? ¿No me tienes a mí? ¿No tienes al resto de tu familia? —Xavier cada vez se iba molestando un poco más.
—Pues no, no tengo a nadie más, antes te tenía a ti… pero ahora Juliana está completamente en tu vida… —inició Magaly con cierta malicia en su voz.
—No empieces con eso, nunca hubo nada entre tú y yo… cuando yo quise contigo tú no me hiciste caso… —dijo Xavier incomodado.
—Pero… cuando estaba dispuesta a aceptarte tú ya no estabas para mí, a ver Xavier, dime, ¿cómo olvidas a tu primer amor de la noche a la mañana? —Magaly había levantado un poco el tono de su voz. —Porque me olvidaste realmente rápido…
Xavier se detuvo. Miró a su espalda y se dio cuenta de que ya era demasiado tarde para regresar, Juliana no estaba por ningún lado.
—¿Qué? ¿Ya te vas? —preguntó Magaly.
—Si sigues hablando de estas cosas me temo que sí… Magaly, dime ¿cómo quieres que te diga que lo que yo siento por ti no es más que amistad?
—Es que me sorprende que te decidas por Juliana una vez más, así como tú te enojas porque yo soporto todos los errores de ese sujeto, yo me enojo porque has tolerado todos los errores de Juliana, que mira que son muchos…
—Pues sí, aunque no es que los tolere, sino que los acepto, creo que Juliana es para mí y confío plenamente en ella, si ella decide que todo termine para siempre yo lo aceptaré de buena gana. —respondió Xavier más para sí que para su amiga.
—¿Y así quieres que te deje de querer? —sonrió Magaly sujetándolo del brazo.
A las tres de la tarde sonó el timbre de la casa de Juliana, ella fue a abrir. Era Xavier. Cuando ambos se vieron sintieron dentro de sí una alegría inexplicable, se abrazaron fuertemente y luego se dieron un tierno y largo beso. Sonrieron y caminaron dentro de la casa.
—¿Cómo te fue con Magaly? —preguntó Juliana sentándose en la sala.
—Bien, su novio la sigue tratando mal y hoy la convencí de que le diera continuidad a la demanda, pero aún no puedo hacerla abrir los ojos por completo. —explicó Xavier.
—Creo que ella conoce perfectamente su situación —dijo Juliana. —Es sólo que es algo caprichosa.
—Me sorprende que la conozcas, nunca te ha tratado bien. —se disculpó Xavier.
—No te preocupes, en realidad la entiendo, ¿quién no se enamoraría de ti? —respondió ella acercándose a darle un beso.
—Graciosa. —dijo a su vez Xavier y luego agregó. —¿Ahora sí me vas a decir por qué lloraste esta mañana?
—No lloré, fue sólo que adquirí una grandísima velocidad con la bicicleta y los ojos se me pusieron rojos por el contacto con el aire…
Xavier la miró dudando de la respuesta, pero luego su semblante aceptó el argumento de Juliana y la volvió a abrazar.
—¿Cuándo te vas a Coyoacán? —preguntó Xavier.
—De este lunes en ocho. —respondió Juliana. Iba a regresar a la escuela, a terminar con su último semestre de estudios.
—¿Tiene que ser ese día? —preguntó Xavier.
—Sí… ¿por qué? —preguntó Juliana.
—Es que…creo que tengo que acompañar a Magaly a rendir mi testimonio.
—Ve, no te preocupes. —dijo Juliana.
Xavier sonrió y la abrazó. Y Juliana supo que tenía que darse prisa en aplicar lo que había decidido en Francia. Quería volver a sentirse tranquila cuando estuviera con Xavier.
0 comentarios:
Publicar un comentario