martes, 6 de julio de 2010

Ojos

Creo que siempre he sido un torpe. Nunca he logrado con certeza saber qué es lo quiero hacer de mí. Hubo un tiempo en que me sentí tan solo que llegaba a casa únicamente para meterme debajo de las cobijas y luego cerraba los ojos intentando verme en otro lugar, con otras personas, en otro tiempo. No culpo de estas actitudes a nadie, ciertamente el único culpable soy yo. Me han costado mis errores y caro, pero sé que han servido para formarme como soy ahora.

Antes ni siquiera pasaba por mi cabeza que yo podría llegar a ser un gran estúpido, no me preocupaba mi existencia y, por ende, tampoco notaba la valía de que las demás personas respiraran. Todo mi mundo era yo. Aunque suene a declaración de niña con vestido rosa. Y en ese mi mundo había logrado entrar otra persona, una chica que no se imaginaba lo que estaba provocando en mi interior. Juliana.

Sí, como ya les he dicho, Juliana me gustó desde el primer momento en que la vi. Primero me atrajo físicamente, no era la niña más bonita de la escuela, pero sí era una de las más inteligentes y no sólo eso, también era una de las chicas que guardaba cierto misterio en su manera de actuar. Era callada, hablaba sólo lo necesario y jamás decía tonterías… o eso me parecía a mí. Con todas sus actitudes me fue envolviendo… ir a la escuela era lo mejor que podía pasarme tan sólo para verla sentada tres butacas delante de mí.

Me gustaba verla. La observaba tímidamente desde mi asiento. Aún no me atrevía a hablarle porque nunca he sido realmente una persona valiente, me aterraba tenerla frente a mí ya que mi lengua se volvía tan pesada que era imposible que yo pudiera articular una palabra. Fue así, creo yo, como mejor la conocí. Sólo viéndola. Noté que tenía más de veinte gestos en su rostro para manifestar dudas. Descubrí que todos los miércoles se peinaba de coleta y los viernes llevaba el cabello suelto. Y también, pude apreciar lo dedicada que era para el estudio.

Tantas miradas mías alguien tuvo que percibirlas, y ese fue Joan. Me lo dijo una tarde mientras yo veía cómo Juliana compraba un frutsi en la cooperativa.

—Si te gusta Juliana deberías decirle que sea tu novia. —soltó de pronto con una sonrisa burlona.

—No creo que quiera. —respondí sin dejar de mirarla.

—Pues deberías intentarlo, siento que es patético que la veas de esa manera. —resopló él.

Y así fue como a Joan se le ocurrió la gran idea de juntarnos en su casa. Ese día en que fuimos a hacer un trabajo de Biología, estoy seguro que Juliana pudo notar que yo existía. Sé que hubo algo, yo estuve a punto de confesarle todo lo que sentía porque el tiempo que estuvimos en silencio fue relativamente largo, pero mi lengua se había vuelto pesada, las manos me sudaban copiosamente y sentía que cualquier articulación que saliera de mi boca sonaría a ladrido o algo por el estilo. Me callé.

—¿Cuándo le vas a decir a Juliana? Creo que ya le gustas, porque ahora suele mirarte silenciosamente. —me dijo un día Joan mientras pateábamos un balón en el receso.

—La verdad no lo sé, tienes que ayudarme, dile que yo quiero con ella y así cuando le diga si quiere andar conmigo ella ya me dará una respuesta definitiva.

—Bueno, proclamaré al mundo que quieres con ella. —dijo Joan y yo no le di importancia.

Al día siguiente, para sorpresa mía, todos en el salón conocían mi secreto.

—¡Te gusta la nerd! ¡No puede ser! —exclamó Caty, una niña que por razones que yo desconocía no apreciaba a Juliana en lo más mínimo. —¿Por qué? ¿Acaso no te gustaba la niña del 1° E?

—Nunca me ha gustado esa niña… —dije un tanto incómodo.

—Pues es mucho más bonita que Juliana. —respondió Caty con tono altanero.

Afortunadamente Juliana aún no llegaba a la escuela, así que me acomodé en mi asiento esperando ver la reacción de ella cuando todos la miraran raro. Joan se me acercó:

—¿Verdad que ha funcionado? —dijo divertido.

—¿A esto le llamas funcionar? Yo te pedí que se lo dijeras sólo a ella, no a todos.

—Piensa positivo, el que lo sepan todos hará que lo de ustedes sea más fuerte y duradero, créeme…. —entonces miró por la ventana y agregó. —Ya la vi, me voy.

Joan se fue a su asiento y Juliana entró al salón acompañada de sus dos amigas, Elian y Ana. Ni siquiera me miró y se sentó, pero las dos niñas que venían con ella no dejaban de lanzarme miradas llenas de diversión. Eso, supongo, fue el inicio de los tres meses más largos de mi vida. Explico a continuación:

La primera vez que le dije a Juliana que anduviera conmigo fue una ocasión en que no nos dejaban de hacer burla porque estábamos en el mismo equipo, yo sólo veía que Juliana estaba sumamente molesta con todos, incluyéndome, yo me sentía realmente mal porque nunca he sido un tipo que se imponga de verdad, entonces a pesar de que les pedí que se callaran, ellos hicieron caso omiso. A veces me pregunto por qué los niños de la secundaria tenemos que ser tan inmaduros.

Cuando inició el receso yo quise ir con Juliana para disculparme y declararle, de una vez, mis sentimientos.

—Oye. —dije con voz tan baja que ella de milagro me escuchó. Se volteó pata mirarme y esperó a que yo le hablara.

La observé un momento. Lucía tan bonita con esa cara de duda, entre molesta y divertida, la lengua comenzó a pesar kilos, mis manos parecían regaderas y comencé a sentir cómo el color de mi piel subía de tono, vi sus ojos… y no lo pude soportar, inmediatamente sentí que todo mi cuerpo se encendía y bajé de inmediato la mirada, era un alivio saber que el suelo no me provocaba esas reacciones.

—¿Me vas a decir algo? —preguntó ella un tanto desesperada por mi actitud tan tímida.

Me limité a asentir con la cabeza.

—Yo… yo…

—¡Octavio quiere andar contigo! ¡Ya dile que sí! —se oyeron las risas de mis compañeros. Juliana al oír eso lanzó un bufido y se alejó sin siquiera decirme algo, me sentí realmente tonto.

La segunda vez que intenté decirle fue a la hora de la salida, Joan se burlaba de mí porque no podía creer realmente que fuera yo un fiasco para hablar frente a ella.

—Si no eres capaz de hablarle, ¿cómo piensas que va a ser su noviazgo? ¿Sólo de señas y miradas?

Yo sabía que tenía que quitarme el miedo, ese día, cuando todos salían por la puerta principal, la jalé de la mochila y la pegué contra la pared.

—¿Sucede algo? —preguntó ella un tanto sorprendida por esa actitud.

—Sí… es que yo… —dije evitando mirarla, sólo observaba sus zapatos negros y boleados.

—¿Sí? —me apresuró ella.

—Yo… —y cometí el error de levantar la mirada, sus ojos grandes y profundos me observaban con curiosidad, eso logró que quisiera ser tragado por la tierra. Me puse tan rojo como un tomate que ella puso los ojos en blanco y se alejó.

La tercera y última vez Joan me ayudó, la seguimos hasta su casa, hicimos que se detuviera y mientras yo me paraba frente a ella, Joan habló:

—Juliana, ya sabes que Octavio quiere contigo, él quiere saber si quieres ser su novia, ¿qué dices?

Ella nos observó curiosamente y luego le preguntó a Joan mirando hacia mí:

—¿Por qué no me dice él?

—Es que ya sabes, él es muy tímido, yo soy el intérprete…

—Pues la respuesta es no, ¿voy a andar contigo o voy a andar con él?

Y se fue.

—Ash, pero qué chica tan difícil. —resopló Joan. —No te preocupes, mañana será otro día.

—Olvídalo, ya no intentaré nada. —respondí muy molesto, estaba harto de no poder controlar los efectos físicos que ella me causaba. Eran sus ojos. No los podía soportar. Pero Joan no me creyó y se limitó a darme una palmada en la espalda. —Es en serio. —agregué.

—Lo que tú digas. —dijo. Y nos fuimos cabizbajos a nuestras casas.

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