viernes, 4 de junio de 2010

Casualidad

¿Cómo conocí a Juliana? Por casualidad.

Vamos al centro ¿no? Paso por ti en quince minutos. —me dijo Aaron sin siquiera esperar mi respuesta.

—No puedo, tengo que terminar con el proyecto, si no, no me va a dar tiempo. —respondí tratando de sonar serio.

—¡No seas aguado! ¡Es 15 de septiembre! Tenemos que ir a dar el grito no estarnos aburriendo con un proyecto al que ni le entendemos, paso por ti en quince minutos, he dicho. —y me colgó.

Diecisiete minutos después estaba tocando el timbre de mi casa. Salí dispuesto a darle un no rotundo, pero Aaron siempre se ha lucido por convencer a las personas, así que, con la promesa de que haríamos hasta lo imposible por terminar el proyecto en tres días de los cinco que teníamos, caminamos hasta el centro de Uzmati dispuestos a disfrutar de la fiesta nacional.

Era una tarde agradable, no tenía mucho que había llovido, así que los pisos estaban mojados, había charcos por doquier y una calidez inusual. Digo agradable porque todas las personas en la fiesta estaban disfrutando. Aaron y yo nos dedicamos a observar. Sólo platicábamos. Él era mi compañero de la universidad, al igual que Ronaldo, al cual esperábamos. Los tres estudiábamos Ingeniería Mecatrónica. En ese entonces íbamos apenas en el primer semestre.

Aaron se separó de mí porque vio a alguien que conocía y yo, mientras, comencé a pasear por los puestos de comida en busca de algo para satisfacer mis antojos. Estaba en el puesto de elotes cuando una voz conocida me saludó:

—¡Xavier! ¡Qué milagro!

Volteé inmediatamente. Era una ex compañera de la secundaria. Malena.

—Hola. —saludé con una sonrisa.

Platicamos un rato y me enteré de los últimos pormenores de su vida, dijo que estudiaba Actuaría en el Distrito Federal, que, como eso quedaba tan lejos de Uzmati, se había mudado a un departamento en Coyoacán.

—¿Y vives sola? —pregunté con curiosidad, yo también quería vivir solo, pero aún estaba sujeto a las leyes familiares.

—Claro que no. —respondió ella con una carcajada. —No me hubieran dejado, vivo con dos primos, Juliana y Damián.

A Juliana no la conocía, pero a Damián sí, así que la plática que siguió fue acerca de él. Muchos minutos después Aaron me alcanzó y Malena tuvo que irse. Ella había dado sólo dos pasos cuando pareció que se le había olvidado decirme algo, así que regresó y me dijo:

—Te llamo el sábado ¿va?

Yo dije que sí. Malena había sido una buena compañera en la secundaria, aunque me sorprendía la fluidez con la que me hablaba, como si hubiéramos sido los mejores amigos de la vida, y lo cierto es que no, la verdad es que la secundaria no fue la mejor etapa de mi vida. Aún así la observé perderse entre la multitud y yo me quedé con Aaron, quien ya había encontrado a Ronaldo y ahora nos hallábamos los tres en medio de una gran fiesta.

Ese día regresé tarde. Dimos el grito, fuimos a comer tacos, ellos bailaron un poco mientras yo insistía en resolver mentalmente ese proyecto que no podía terminar. Así que cuando regresé a casa se me olvidó por completo mi encuentro con Malena y todo lo relacionado a la plática. Hasta aquí mi relato hubiera sido un simple relato, haber contado algo que no tiene chiste, pero afortunadamente las cosas no terminaron ahí.

Resulta que Malena cumplió su promesa. Esa de hablarme el sábado. Yo estaba a punto de iniciar con una tarea larga, había afilado mi lápiz, escombrado el escritorio, colocado hojas blancas, gomas y sacapuntas. Estaba totalmente listo para comenzar a resolver operaciones matemáticas cuando el teléfono de mi casa sonó. Era ella.

—¿Estás muy ocupado? —preguntó con total confianza.

—Pues… no. —dije mirando mis útiles puestos en perfecto orden en el escritorio.

—¡Qué bien! Es que tienes que venir a mi fiesta de cumpleaños. —soltó ella de pronto, como si mi respuesta fuera lo mejor que hubiese oído en el día.

—¿Cuándo? —pregunté.

Pues ahorita jeje, tienes que venir, invité a varios de nuestra generación —respondió alegremente.

—¿Ahorita? Hmm —sopesé el asunto por unos segundos, ¿qué perdía por ir a ver a los de la secundaria?, tenía mucho que no los veía… —Sí, está bien, allá voy.

Malena se alegró mucho y me colgó sólo cuando le aseguré que sí iría y que no le estaba mintiendo. En efecto, a mí no me gusta mentir, así que en menos de una hora ya estaba frente a su casa. Es lo que más me agrada de Uzmati, y lo que más les desagrada a otros, que es un pueblo tan pequeño que puedes llegar caminando a donde quieres, todos te conocen y los conoces. No hay pierde.

Malena me abrió la puerta con una enorme sonrisa en el rostro. Yo era de los primeros invitados. No había nadie de la secundaria, sólo sus amigos de la prepa. Me sentía algo incómodo pero qué hacer. Así que me refugié en el último de los sillones, al rincón, mientras observaba a los invitados. No podía dejar de pensar: De haber sabido que todavía no había ningún conocido hubiera intentado resolver algún ejercicio de la materia… así era yo, la escuela lo era todo para mí, no podía dejar de pensar en las tareas. Era… un matado.

Entonces el timbre sonó de nuevo. Me asomé por la ventana esperando ver a algún viejo conocido, Malena fue a abrir la puerta, pero quien cruzó la puerta no era nadie de la secundaria. Era una chica. Una chica que de lejos se veía muy bien. Pensé: Otra amiga de la prepa, si pasan veinte minutos y no llega nadie le voy a decir a Male que mejor vuelvo al rato.

Malena y la chica llegaron a la sala. La nueva invitada saludó a los amigos de Malena y luego se quedó parada, sin saber qué hacer. No los conoce, pensé, ¿quién es? Parece ser muy amiga de Malena. Miré a la chica. Era indudablemente muy bonita, simpática a primera vista, venía de rojo y le lucía muy bien, tenía el cabello un poco largo, oscuro, casi lacio. Me dieron, así de pronto, ganas de conocerla.

Male pareció haber oído mis pensamientos. Me miró desde su lugar, tomó a la chica de la mano y se dirigieron hacia mí. Me puse algo nervioso.

—Mira Xavier, te presento a Juliana.

—Hola. —saludé de mano y beso a la chica que estaba un poco sonrojada.

—Hola. —me respondió con un tono de voz muy alegre y tranquilo.

Malena nos dejó solos. Pareció haber entendido mi mirada. Yo me senté con Juliana y empezamos a platicar. ¡Qué plática señoras y señores! De ésas que nadie olvida, de ésas que todos esperan, de ésas que empiezan con tonterías y terminan en cosas profundas. Tan profundas que las ganas de ser mejor, de luchar y de llorar te llenan por completo. ¿Quién rayos era esa niña?

Ya me había enterado que se llamaba Juliana. Que no vivía lejos de mi casa. Que no la conocía porque no fue a la misma secundaria que Male y yo. Que, sorpresivamente, su primo era Ronaldo y uno de sus amigos también era Aaron. Con la plática también me enteré que estudiaba Letras en el Distrito Federal, que por eso se había mudado con Malena y Damián. Que a los dos los consideraba sus hermanos. Supe que le gustaba la música tranquila, que amaba el cielo nocturno y leer.

Ni cuenta me di cuando llegó el resto de los invitados. Toda la fiesta estuve con Juliana. Contamos chistes. Contamos anécdotas graciosas. Hablamos del futuro y del pasado. Su actitud me envolvía por completo, sabía un poco de todo, pero a pesar de eso era completamente humilde. Comencé a sentir que no quería irme de ahí, que quería pasar horas y horas y más horas con ella. Y sé que ella sentía lo mismo.

La fui a dejar a su casa. Sonreí cuando ella me dijo Adiós. Nos vemos luego, rectifiqué. No sé por qué rayos no la besé en ese momento. Había ido a una fiesta sin proponérmelo. Si hubiera sabido ese día al despertar que iba a conocer a la chica más genial no me lo hubiera creído. ¿Qué hubiera pasado si Aaron no me hubiera sacado de mi casa aquel día? ¿Y si hubiera preferido hacer la tarea? Quería soñar. Llegué a mi hogar, entré a mi habitación. Vi el escritorio con mis útiles ordenados. ¡Qué excelente decisión había tomado ese día! ¿Qué cómo conocí a Juliana? Por mera y puritita casualidad.

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