El automóvil de Xavier atravesaba sin prisa las calles de Uzmati, manejaba tranquilo y con cierto aire melancólico, los tonos grises del panorama lograban que su mirada se volviera serena y taciturna, reparó en que su novia tenía los ojos perdidos, se había puesto así luego de que él le preguntara si le tenía miedo a los truenos.
—¿Qué tipo de recuerdos? —preguntó Xavier para romper el inusitado silencio que había surgido en la conversación.
—¿Eh? —Juliana reparó en su existencia mirando curiosa a su novio.
—Sí… dijiste que los truenos te traen muchos recuerdos… ¿qué tipo de recuerdos?
—Ah… pues sólo recuerdos…
—¿Buenos o malos?
—Pues… un tiempo fueron buenos, otro tiempo fueron malos… ahora creo que sólo son recuerdos, ni buenos ni malos, sólo cosas que había olvidado…
—Suenas a una persona de ochenta años. —declaró Xavier con tono de broma.
—Tal vez he envejecido sin darme cuenta… —respondió Juliana sin sonreír fijando su mirada en las casas que pasaban lentamente por la ventana del automóvil. —Ya no quiero ir a casa de Otto, mejor llévame a la Casa de Cultura… ¿crees que me dejen usar el piano?
—¿Te sientes bien? —preguntó Xavier notando tristeza en la voz de Juliana.
—Sí… es sólo que me acabo de acordar que si voy a casa de Otto tal vez me encuentre a Pagen y a ella no le dará gusto mi presencia…
—¿Crees que te guarde resentimiento? En realidad nunca anduviste con Otto, es sólo tu amigo… —opinó Xavier dando vuelta con el volante en manos.
—Lo sé, pero las mujeres somos raras…—expresó Juliana.
Xavier movió la cabeza en gesto afirmativo y se dirigió por el lado contrario de la calle, hacia la Casa de Cultura de Uzmati, un edificio grande y frío, más si estaba a punto de llover.
—Pues yo al ver este panorama también me acuerdo de cosas… —confesó el chico con una leve sonrisa dibujada en los labios.
—¿Qué cosas? —preguntó Juliana sin mucho interés, Xavier se percató del tono desinteresado de la chica y contestó cansado:
—Sólo cosas…
Juliana no insistió en saber cuáles eran esas cosas que atravesaban por la mente de Xavier y eso lo hizo sentirse mal. Miró el parabrisas, las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer, parecían pequeñas islitas dibujadas en el vidrio del automóvil, temblaban ante el aire frío que intentaba arrasarlas, aún no eran muchas y moteaban el parabrisas, Xavier tomó con fuerza el volante, comenzaba a recordar sin querer aquel día en que también las gotas se esparcían en el vidrio de un espejo…
Él tenía diecisiete años y estaba en un concierto masivo cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, las había observado en el espejo de una de sus amigas.
—Ya guarda tu espejo, Mariana, así te ves bien. —dijo Ronaldo a la chica que trataba de ponerse un poco de rímel. —Se va a soltar la lluvia, de nada te servirá que te pintes.
—Eres cruel. —dijo Mariana al primo de Juliana y guardó celosamente su espejo. —Bien… ¿a quién estamos esperando?
—A la novia de Xavier. —se burló Ronaldo. —¿Puedes creer que tenga? Yo no me lo creo… tu novia ya tiene dos minutos de retraso… —agregó dirigiéndose a Xavier con tono divertido.
—No es mi novia… todavía… —dijo Xavier omitiendo la burla de Ronaldo, buscaba con su mirada algún rastro de aquella chica, pero había tanta gente que no podía distinguir nada.
—Ojalá no tarde más. —opinó Mariana. —Está comenzando a llover y no quiero empaparme toda…
—¿Te presto mi suéter? —dijo entonces Ronaldo con tono benévolo quitándose la prenda y dándosela a Mariana, ella sonrió agradecida y se puso el suéter.
—¡Ahí está! —exclamó Xavier caminando hacia una chica que venía de pantalones de mezclilla, sudadera rosa y tennis amarillos.
—¿Tú la conoces? —preguntó Mariana tratando de reconocer el rostro de la chica que se acercaba, lucía muy simpática y de mirada vivaz, además tenía el cabello largo y suelto, Mariana codeó a Ronaldo. —Te hablo…
—¿Qué si la conozco? No lo puedo creer. —soltó Ronaldo llevándose una mano a la boca. —¡Juliana! ¡Qué diablos! ¿Te gusta este patán?
—Ahm… ¿Hola? —saludó la chica con una enorme sonrisa haciendo oídos sordos a la expresión de su primo.
—Hola. —saludó alegremente Mariana.
—¿Quieres tranquilizarte Ronaldo? —dijo Juliana a su primo dándole una palmada en la espalda.
Ronaldo miró con incredulidad a Xavier y éste se sintió satisfecho de la impresión que había causado con Juliana.
—Es que no puedo creerlo, ¿tú Juliana? ¿Pero es que no sabes que este tipo no te conviene? —bromeó Ronaldo señalando a Xavier. —No te creas, es sólo que no lo puedo creer.
Xavier y Juliana sonrieron, Mariana interrumpió la escena diciendo:
—¿Caminamos ya? La lluvia se está soltando…
Los cuatro comenzaron a hacerse paso entre la multitud, las gotas caían sobre sus cabezas, lentamente, sentían no mojarse, Xavier cuidaba de que Juliana pudiera pasar bien entre las personas, de reojo notaba cómo Ronaldo también cuidaba de Mariana…
…sonrió dándose cuenta de lo cursis que se veían haciendo eso…
—¿De qué te ríes? —preguntó entonces Juliana interrumpiendo el sonido lento y tranquilo de las gotas sobre el auto.
—De nada. —se apresuró a responder Xavier. —Ya casi llegamos.
Juliana lo miró con preocupación, luego vio cómo las gotas caían más tupidamente sobre la calle.
—Dime. —insistió a su novio.
—¿Qué te digo?
—¿De qué te reías?
—De nada, en serio…
Juliana no preguntó más. Se conformó con mirar cómo el agua en el suelo iba formando una corriente, la escena la hizo pensar en varias cosas, entonces Xavier interrumpió:
—Bueno, ¿te acuerdas del día del concierto? De eso me estaba acordando…
—Claro que me acuerdo… y ahora que lo mencionas yo también pensaba en eso… —expresó Juliana. Luego ambos se quedaron callados. Parecía como si el recuerdo de ese día abordara sus mentes al mismo tiempo. Xavier conducía debajo de la lluvia, faltaba menos de cinco minutos para llegar a la Casa de Cultura, pero parecía que el pensamiento hacía que el tiempo pasara más lento…
…si quisieran poner atención a la lluvia notarían claramente cómo las gotas caían al suelo…
Pero las notas de las canciones vibraban en todo el ambiente, Xavier había notado cómo Ronaldo había tomado la mano de Mariana, se preguntaba si él debía hacer lo mismo con Juliana. Toda la gente brincaba al ritmo de la música, algunos gritaban la letra de la canción que sonaba, Juliana movía su cuerpo en total conexión con el ambiente, las gotas resbalaban por su rostro. Xavier entonces bajó la mano derecha y en un acto buscó los dedos de Juliana. Ella al sentir el contacto con la piel de Xavier sonrió y ya con las manos unidas siguieron disfrutando del concierto.
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