—Regresó. —dijo Juliana con la voz llena de una extraña emoción, Otto la miró con el cejo fruncido, dejó que pasara, la chica se sentó en el sillón. Se quedó un minuto en silencio mientras Otto iba a preparar un poco de café.
—¿Estás segura? —le preguntó desde la cocina.
—Segurísima. —respondió Juliana mientras paseaba su mirada por las fotografías que había en los muebles. No sabía qué le pasaba, sentía en su cuerpo esa sensación del pasado, no era tristeza, ni alegría, ni enojo, era sensación del pasado, ¿cómo llamarla? Ah, claro, nostalgia.
—¿Y cómo te sientes? —preguntó de nuevo Otto regresando con dos tazas llenas de agua caliente, las colocó en la mesita de centro y enseguida miró los ojos de Juliana. Las miradas se encontraron.
—No estoy segura… —confesó Juliana sonriendo a la vez que bajaba la mirada y tomaba una cucharita para agregar café a su taza.
—¿Le has dicho a Xavier? —preguntó Otto preparando su café.
—Nadie sabe nada, eres el primero. —dijo la chica dando un sorbo a su bebida. Luego depositó lentamente la taza en la mesita, cruzó los brazos en su regazo, trató de apagar toda emoción de su voz y con un timbre extraño agregó: —Estoy preocupada.
Otto también dejó su taza en la mesita y miró paternalmente a Juliana.
—No te sientas así, creo que es normal, ha sido mucho tiempo. —dijo para consolarla.
—Han sido seis años… y aún siento todo como si fuera la primera vez. —remarcó Juliana con cierto dolor en sus palabras.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Otto.
—Por el momento nada, dejar que las cosas pasen. —dijo Juliana no muy convencida de su respuesta
—Sólo, por favor —intervino Otto con tono de súplica. —Ten cuidado de no lastimar mucho a Xavier, en el momento que decidas algo creo que él debe ser el primero en saberlo… recuerda que… bueno, que… ya sabes.
—Sí, lo sé… ay Otto, de verdad no sé qué haría sin ti… Eledith se fue a Los Ángeles, sólo me quedas tú. —dijo con voz afable Juliana y se levantó de su asiento para abrazar a Otto.
Otto correspondió el abrazo. Sintió en su cuerpo el contacto con Juliana y se sorprendió mucho de sentirla ahora como una hermana, atrás habían quedado esos días en que sentía amarla, ahora su vida era Pagen, sólo Pagen.
—Ya sabes que siempre voy a estar para ti, confío en que tomarás la mejor decisión.
Luego de abrazarse terminaron de beber el café. Juliana tenía el rostro algo demacrado, las noches de desvelo no pasaban en balde sobre su cuerpo. Aún se veía más joven de lo que en realidad era, como una chica de 18, cuando ya tenía 21 años encima. Miró el reloj, ya pasaba de la media noche. Vio entonces a Otto, su amigo el guapo, al que todas las niñas amaban desde que iba en el kínder. Ella misma deliró por él alguna vez de su existencia humana, pero ahora, con las facciones de hombre maduro comenzándose a marcar en el rostro, sentía de verdad que era como un hermano.
—¿Quieres que te vaya a dejar? —preguntó Otto cuando notó que Juliana miraba el reloj.
—¿Pagen está aquí? —preguntó a su vez Juliana.
—Sí… pero ya está dormida, cuando regrese yo le digo que viniste.
—¿Crees que se moleste? —cuestionó Juliana mirando una fotografía donde estaban Otto, Pagen y su nena recién nacida. —Tu bebé es hermosa.
—Sí, lo sé… y no te preocupes por Pagen, creo que esa situación es parte del pasado, ahora tanto en el mundo de ella, como en el mío, sólo tenemos cabeza para Avi.
Juliana sonrió. De pronto escenas de su vida en general le pasaron en la cabeza. Siempre se había quejado de que su madre llorara por el pasado, ahora sentía ella estancarse las lágrimas en su garganta. El pasado. Esa cosa que forma parte del presente más que cualquier otra cosa.
Otto tomó las llaves de la camioneta y salieron ambos de la casa. Tantas veces había visitado Juliana ese hogar, la última vez que lo pisó tenía más de un año, cuando ella misma era otra y su vida otra, y todo era otra cosa. La vida daba giros inesperados. Abordaron la camioneta y Otto comenzó a conducir en esa calurosa noche de mayo.
—¿Cuándo te regresas a Coyoacán? —comenzó la plática Otto.
—El lunes en la mañana, espero que Xavier me vaya a dejar.
—¿Tiene mucho trabajo? —preguntó Otto mirándola por el retrovisor.
—No… o no sé, es que ¿sabes? Magaly lo sigue buscando. —dijo Juliana tratando de no sonar molesta.
—¿Esa chica qué no sabe nada de ética o qué? ¿Le cuesta mucho entender que Xavier no quiere nada con ella? —agregó Otto girando el manubrio.
Juliana miraba el paisaje nocturno de su pueblo, allí las calles tenuemente iluminadas, allá esas banquetas que tantas historias contaban.
—A veces trato de entenderla, Xavier no es cualquier persona, es lógico que más de una persona lo ame.
—Sí, pero lo que aquí importa no es que ella lo ame, sino que él te ama a ti, ¿para qué se sigue haciendo daño la chica? Además ¿no me habías dicho que el hermano de Xavier quiere con ella? ¿Por qué no le hace caso de una vez? Siento que sufren por tonterías.
—Puede ser… —Juliana seguía mirando el paisaje nocturno, pronto pasaron frente a la casa de Xavier, sólo miró de reojo la luz encendida de su habitación, se lo imaginó haciendo tarea, o tal vez viendo una película, apenas lo había visto en la tarde, le sorprendía demasiado cómo llegaba a extrañarlo. Como ya no dijo nada, Otto agregó:
—Pero ¿qué tiene que ver Magaly con que Xavier te vaya a dejar al departamento?
—Pues que, creo, Magaly quiere ir a hacer un trámite para denunciar al patán que era su novio, pero requiere de testigos y Xavier es uno de ellos, entonces creo que se van a ir desde temprano.
Ninguno de los dos dijo nada más. Pronto llegaron a la casa de Juliana. La bonita casa de dos pisos, blanca, con jardín enorme, Juliana suspiró, amaba su casa.
Descendieron de la camioneta y Juliana abrió la puerta.
—Gracias, Otto. —dijo con sinceridad.
—De nada Julicienta, ya no te preocupes, todo va a salir bien. —dijo dándole otro abrazo.
Luego volvió a abordar la camioneta y se perdió de la vista de Juliana cuando dio vuelta en la primera esquina. La chica entró a su casa. Caminó lentamente a su habitación. Todos dormían ya. Cuando se acostó se percató de que había dejado el celular debajo de la almohada. Tenía quince mensajes y veinte llamadas perdidas. Cinco mensajes eran de Xavier, el último tenía sólo unos minutos, decían cosas como te extraño, ¿quieres venir a mi casa?, el lunes sí te voy a ir a dejar, estoy comiendo helado ¿vienes?, te amo. Diez llamadas también eran de él.
Los otros diez mensajes eran de ese sujeto por el cual todo su mundo se había derrumbado de nuevo. Los leyó lentamente, uno por uno, y volvió a sentir en su estómago esa nostalgia que le subía y bajaba por el pecho. El último de ellos decía: Aún no puedo creer que te haya vuelto a encontrar, pienso en ti y estoy seguro de ser el más feliz sobre la tierra, Juliana ¿cuándo te voy a ver? Ya te extraño demasiado. Las llamadas restantes decían su nombre.
3 comentarios:
O.O Me dejaste como "ajáaaaa y luegooo??" y pff eso no está lindo, eh?
No sé si puse la debida atención... pero la parte de los mensajes me pareció haberla leído antes xD Lindo que ahora hagas una historia con eso, si es que estoy en lo correcto... si no lo estoy dedícate a ignorarme :D
¡Hola! Como prometí (para más información, vengo del foro de Novelia xD) aquí estoy dejando un ojito (qué feo suena) en tu pequeño secreto ;)
Bueno, de la historia no hay mucho por comentar. Quiero decir que hasta ahora me mantengo a la espera. Tiene buena pinta, eso sí. ¿Quién es ese misterioso hombre que ha regresado? Y digo hombre porrrr decir algo, que vete a saber xDD
En cuanto al estilo, en mi opinión abusas un poco de las comas, pero por lo demás ahora mismo no encuentro nada remarcable.
Te sigo con atención ;)
—Regresó. —dijo Juliana con la voz llena de una extraña emoción, Otto la miró con el cejo fruncido, dejó que pasara, la chica se sentó en el sillón. Se quedó un minuto en silencio mientras Otto iba a preparar un poco de café."
Al leer esto por inicio, me recuerda al pelotón de fusilamiento en Macondo, a un joven buscando padre en Comala, a un cualquiera buscando la silueta de una mMaga en Francia...
In otin in tonaltin nican tzonquica
Saludos
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