viernes, 25 de junio de 2010

Plan

A Octavio le duele la cabeza. Ha llegado a casa con un plan perfecto, pero eso lo asfixia. Necesita escribirlo. Soltó la bicicleta en el pequeño jardín, entró como loco desquiciado a su casa. Buscó lápiz y papel, no los encontraba, tiró todo lo que estorbaba. Suerte que no había nadie, lo hubieran detenido a la fuerza y él necesitaba escribir todo antes de que se le escapara por los orificios del cuerpo. Primero comenzó siendo una idea tonta, pero, conforme avanzaba, la idea iba madurando. Pudo verla realizada. Pudo ver los beneficios que obtendría.

Ahora la cabeza le explota. Los dedos le tiemblan, pero por fin ha logrado hallar lo que buscaba. Alisa la hoja de papel, cierra un momento los ojos, trata de detener el enjambre de ideas en la cabeza, Eso me pasa por no pensar seguido, se dice con cierta ironía. Por fin puede escoger las palabras correctas, estira la mano y escribe. Sólo tres palabras. Sólo tres.

Octavio las mira fijamente, cada una le parece tan sorprendente como la otra. Ahí está todo su plan. Soy un idiota, se dice, ¿sólo tres palabras? Pensé que mi plan contaba con más pasos a seguir. Dicho eso puede sonreír tranquilo. La sonrisa se transforma en risa prolongada, y ahora en carcajada. Octavio se carcajea como loco en su habitación. De pronto esa opción es más viable que respirar agitadamente para sacar todo el aire acumulado en su pecho.

Las carcajadas continúan… Octavio se siente solo en ese universo de notas que emana de su garganta, ¿Sólo tres palabras?, sigue reprochándose, ¿tanta maldita agitación para escribir sólo tres palabras? Toma la hoja de papel, ahí está la frase. Su letra fea y nerviosa lo mira insistente. Octavio se calma. Ahora sólo resuena el eco escaso de su risa sonora. Mira las tres palabras y sin decir nada se tira en la cama…

Poco a poco siente cómo la pesadez le invade… tiene ganas de reír, pero más ganas de llorar. Así que las gruesas gotas resbalan por su rostro. Se siente débil y estúpido. La hoja de papel perece bajo sus dedos que se cierran en puño. Odio esas tres palabras, se dice con la voz cortada, odio eso, odio “recuperar a Juliana”. Octavio llora silenciosamente y poco a poco la pesadez de sus párpados le hace conciliar el sueño.

Despierta dos horas después, aún con la hoja de papel hecha bolita bajo sus dedos. Siente los ojos hinchados y una tristeza inusual. Tiene ganas de ir por Eliza y abrazarla. En realidad sólo quiere abrazar a alguien. Se levanta. Vuelve a recordar todo lo que sucedió por la mañana, el corazón le punza. El plan vuelve a su cabeza, la agita como diciendo NO, pero su voluntad lo hace caminar al teléfono. Marca diez números. Espera menos de un minuto a que alguien le conteste. La otra voz suena del otro lado del aparato:

¿Qué pasó?

—Necesito que me ayudes. —dice Octavio con voz casi fatídica.

¿Te sientes bien? Te oigo algo mal…

—Estoy bien, sólo un poco encamorrado… —responde Octavio.

Bueno, dime, ¿qué quieres que haga?—pregunta la voz.

—Necesito el número de Juliana, el de su celular, y también quiero saber la dirección de su departamento en Coyoacán y su horario de la escuela. —dice Octavio en una especie de atropellamiento de palabras.

¿Estás loco? ¿Piensas acosarla o qué? No puedo darte toda esa información.

—Necesito que me ayudes. —vuelve a pedir Octavio sintiendo cómo la pesadez le sube al pecho.

Pero… ¿qué harás con todos esos datos?

—Nada ilegal, lo prometo.

No sé, suenas desquiciado.

—Por favor. —insiste Octavio.

Te digo mañana en la escuela, ¿sí?, déjame conseguir la información.

—Gracias Samuel.

No agradezcas, ya me tendrás que pagar por esto.

—Claro.

Bueno, mañana te veo. —Samuel cuelga.

Octavio sólo siente dentro de sí esa especie de tranquilidad que le afirma que hace lo correcto.

No lejos de ahí Xavier sale de la casa de Juliana a las ocho de la noche. Camina despacio. Ha dejado a su novia absorta en sus deberes escolares, sólo una semana más y ella regresará a Coyoacán, lejos de él, como siempre. Ahora que tiene sólo unos minutos de haberse separado de ella se siente tranquilo, aún tiene la sensación del cálido beso y aún siente los brazos de Juliana rodeándole el cuerpo, una sonrisa pícara se asoma en sus labios.

—¿En qué estás pensado Xavo? —pregunta entonces una voz conocida.

—¿Yo? Nada malo. —se apresura a responder Xavier al notar que esa voz pertenece al gran León.

—¿Seguro? Cualquiera diría que esa no fue una sonrisa inocente… —replica León con cierta diversión.

—Seguro, ¿y tú? ¿Apenas vienes? —pregunta Xavier cambiando el tema drásticamente.

—Fui a unos asuntos, ¿tú ya te vas?

—Sí, Juliana necesita terminar su tarea.

—¡Qué fea! ¿no? No la ves desde hace un año y se digna a correrte para que termine su tarea, qué mala prima tengo.

—Pues… algo… —dice nervioso Xavier. —Bueno, ya me voy…

—Espera… —suelta entonces León con un tono de voz raro, como si lo que fuera a decir le provocara dolor estomacal. —He recordado todo lo de la fiesta…

—¿En serio?

—Sí, pero a ver, te acompaño a tu casa para que nos despejemos los dos, a mí tampoco me agrada mucho la situación.

—¿Cómo? —pregunta Xavier desconcertado, León lo toma por el hombro y ambos comienzan a caminar bajo el cielo que comienza a oscurecer.

—Pues resulta que el idiota sí fue a la fiesta. —suelta León con cierta decepción.

—¿Octavio?

—¿Pues cuántos idiotas conoces?

—Tienes razón, es el único… —dice Xavier más para sus adentros.

—Octavio fue a la fiesta y Juliana lo vio, ¿no te ha dicho nada? —pregunta León tratando de sonar indiferente al asunto.

—No, no me ha dicho nada… —Xavier comienza a bajar la voz, sus pensamientos se hacen más densos y eso le provoca una especie de encierro mental. Juliana lo vio. Vio de nuevo a Octavio y no le ha dicho ni una sola palabra. Acaso… acaso…

—¿Me estás oyendo? —lo zapea León. —Te estoy hablando.

—Ah… lo siento…

—Te digo que si Juliana no te ha dicho nada es por una de dos, o porque de plano el sujeto ya no es nada para ella, o porque el tipo lo es todo. —reflexiona León en voz alta. —Pero conozco a mi prima, no te dejará…

Xavier no dice nada. Siente una preocupación extendiéndose en su pecho. Siente que se ahoga. Tiene ganas de regresar con Juliana y reclamarle.

—¿Qué harás? —pregunta León mirando el rostro preocupado de Xavier.

Él se limita a esbozar una pobre sonrisa.

—La verdad… no lo sé.

1 comentarios:

Elend dijo...

Hola, Ilusoria :). Dejé de entrar el foro por los exámenes, y por la misma razón estuve un tiempo sin navegar por internet, aunque después no he vuelto a entrar al foro, no sé por qué ._.

Ahora (¡por fin!) hay vacaciones y podré estar más pediente de las cosas como el fansub (soy una frikaza de pies a cabeza xD) y por supuesto, de tu novela, que la deje estancada. Mañana mismo me pongo a ella y vuelvo a recuperar el ritmo ;).

¡Hasta otra!