Octavio borró inmediatamente la sonrisa de su rostro y se sentó, serio, al lado de su novia.
—Tenías razón. —soltó Octavio. —Fui a verla.
Ella esbozó una ligera sonrisa. Luego lo miró fijamente a los ojos. Él pudo notar que Eliza había llorado mucho, pero ahora, a pesar de su tristeza, lucía tranquila.
—Lo siento. —argumentó él.
—No lo sientas, siempre supe que tú no me pertenecías… —entonces Eliza se levantó. —Bien, tengo que irme… sólo te esperé para decirte que… que eres libre.
—¿Estás terminando conmigo? —preguntó Octavio levantándose igual del sillón. Sintió una emoción extraña que lo hizo tratar de detener a Eliza. —Espera…
—En realidad sólo le estoy dando formalidad al asunto, creo que terminamos antes de empezar. —dijo ella mirándolo. Luego caminó hacia la puerta.
Octavio fue hacia ella, la jaló del brazo y la abrazó. Ahora sabía bien qué era esa sensación extraña. Era gratitud. Eliza había soportado con él todo su dolor y sufrimiento. Tal vez era cierto que ella lo amaba tanto como él amaba a Juliana.
—Gracias. —susurró en el oído de Eliza.
Ella lo abrazó y tratando de no sonar con la voz quebrada le dijo:
—Ya ves… debes dejar libre a quien amas.
Y entonces Eliza abandonó la casa de Octavio. Él se desplomó en el sillón. La frase le dio varias vueltas en la cabeza y sólo pudo rebatirla cuando se dijo Juliana es libre conmigo. Y así, ilusionado por los acontecimientos del día siguiente se dirigió a su habitación y durmió tranquilo, no sin antes mirar con cariño el libro y la caja donde estaba toda su historia con Juliana.
La fiesta fue terminando a las dos de la madrugada. En la casa de Aaron ya sólo estaban el dueño, Juliana, Xavier, Ronaldo, Diana y León. Ronaldo y León ya estaban ebrios y sólo se dedicaban a charlar cosas de borrachos. Juliana platicaba con Diana, mientras Xavier revisaba que todo hubiera salido en orden.
—¿Entonces Francia es tan grandiosa como dicen? —preguntó Diana, su prima, mientras miraban cómo Ronaldo y León trataban de articular una buena conversación.
—Pues sí, sólo si tú quieres que sea grandiosa. —respondió Juliana.
—No entiendo. —insistió Diana. —¿Es o no es grandiosa?
—Claro que lo es, pero me refería a que todo es realmente grandioso, no sólo Francia, sino todo lugar a donde tú vayas, si intentas verlo todo con ojos nuevos. —explicó la chica mientras trataba de oír un poco de la conversación de sus primos, parecía que hablaban de algo relacionado con Octavio.
—No creo que Tepito sea grandioso. —ironizó Diana.
—Sí lo es… —Juliana iba a empezar a dar una cátedra sobre las características socio-culturales de Tepito pero León había dicho algo realmente importante. —Espera… —pidió a Diana.
Juliana se acercó a sus dos primos ebrios. Ambos chicos no ingerían bebidas alcohólicas frecuentemente, pero cuando lo hacían sacaban a relucir cosas que no eran buenas. La chica los observó fijamente. Ambos eran realmente guapos, a pesar de que entre ellos no eran familia. Ronaldo era su primo por parte materna y León por parte paterna. Los dos eran como sus hermanos, siempre habían estado con ella, y sobre todo, siempre la habían cuidado.
—¿Qué dijiste León? —preguntó ella dirigiéndose al chico fornido. León tenía buen cuerpo, era sumamente entusiasta, tenía trabajados los músculos porque desde chico había laborado arduamente en el negocio de la familia. Ahora estaba a punto de volverse un investigador de Ciencias de la Tierra, quién lo creería del chico fuerte.
—¡Juliana! —dijo él con una enorme sonrisa. —Siéntate prima, anda, siéntate. —respondió él apenas logrando articular la frase.
Juliana se sentó en medio de los dos. Ella se dio cuenta que Ronaldo ya casi caía dormido, hubiera pensado que realmente estaba en un profundo sueño si no fuera porque, cuando ella se sentó, él le dijo dándole una palmada en la espalda:
—Siéntate francesa.
—Dime qué dijiste León. —volvió a pedir Juliana.
—Ah sí. —León comenzó a carcajearse. —Es que… es que… le digo al Ronald que tal vez el alcohol que nos dio Xavo estaba adulterado.
—¿Por qué lo dices? —volvió a preguntar Juliana sin sonreír en lo absoluto.
—Pues porque pensé que había visto al idiota ese de Octavio. —dicho eso León volvió a carcajearse.
—¿Dónde? —preguntó Juliana poniéndose algo nerviosa.
—Pues hace rato, cuando tiraste la copa, pero no te preocupes Juliana, la verdad creo que fue una alucinación. —sonrió León mirándola extraño.
Juliana sonrió a su vez mientras decía:
—Sí, eso, fue una alucinación.
—¿Qué fue lo que alucinaste León? —dijo entonces Xavier que llegaba de ordenar los asuntos. Juliana se levantó súbitamente.
—Jaja. —rió nerviosa. —Dice que vio fantasmas, ¿tú le crees?, son los efectos del alcohol, será mejor que ya vayamos a dormir.
León se carcajeó una vez más mientras decía casi ininteligiblemente:
—Sí, eso era, un fantasma… pero espera… ¿cómo puede ser un fantasma? ¡Si nunca lo maté! Aunque ganas no me faltaban…
—¿De qué está hablando? —preguntó Xavier.
—No le entiendo nada, anda vámonos ya, que ellos se queden aquí, pesan demasiado, no creo que los aguantes para llevarlos al auto. —dijo Juliana.
—¿Cómo los vamos a dejar? —preguntó Xavier lleno de sorpresa. —Ve al auto, los voy a llevar a la habitación de Aaron.
Juliana obedeció. No creía que sus primos ebrios se atrevieran a decir más. Y si decían algo siempre quedaría la excusa de que eran los efectos del alcohol. Se subió al automóvil, nerviosa, esperó pacientemente a Xavier quien luego de veinte minutos abordó el asiento del chofer.
—No inventes Juliana, León le hace honor a su nombre. —dijo Xavier en cuanto subió.
—Te dije que pesaba demasiado.
—Sí, ya lo sé, pero me da risa porque cuando subí a Ronaldo pareció como si llevara a una chica, está bien ligero tu primo. —se rió Xavier.
Juliana rió con él. Xavier comenzó a conducir.
—¿Y Diana? ¿Se quedó también? —preguntó luego de unos minutos.
—La verdad no sé, pero pues no hay problema, vive a una calle de distancia. —explicó la chica bostezando.
—Cierto, no te preocupes amor, ya casi llegamos.
En menos de cinco minutos llegaron a la casa de Juliana. Antes de bajar ella le dio un beso a Xavier mientras le daba las gracias por tan magnífica fiesta sorpresa. Él la abrazó con fuerza. Juliana descendió del auto y entró a su casa. Xavier estuvo unos minutos más, se sentía preocupado, ¿acaso debía creer en las palabras que un ebrio le dijo al llevarlo a dormir? Pero no era cualquier ebrio, era León, quien cuando se emborrachaba decía la verdad. Y con esa duda en su cabeza arrancó el automóvil y condujo a su casa.
2 comentarios:
Ciencias de la Tierra :O
¡¿Qué le dijo León a Xaviier?!
No, pues sí que tu historia está confusa.
Mi punto de vista. [Ignóralo por favor]
Octavio y Juliana se aman a más no poder, es un amor diferente, saben que se necesitan. Octavio no ha amado a nadie que no sea Juliana y Juliana no sabe si amar a Octavio o a Xavier...
Xavier le ha sido más grato, le ha dado más sonrisas que lágrimas, la ha hecho caer en mundos que jamás creyó que existiesen... Xavier es un hombre bueno que no merece sufrir, ama a Juliana como no ha amado a nadie. Juliana es todo para Xavier.
Octavio, sin embargo, es un recuerdo crudo para Juliana, pero, él como nadie, ha podido mirar dentro de ella, y en sus ojos (la ventana más compleja para enamorarse) refleja el amor, su mirada es lo que enamoró a Juliana, Juliana le ama... Octavio sabe que la hizo sufrir y tal vez, quiere reparar el daño.
Juliana... sí, ella, la mujer casi perfecta, no sabe que hacer, ama a Xavier y extraña a Octavio... Pero es madura, y sé que elegirá al mejor.
Ilusoria, haz que Juliana escoja al mejor, recuerda que si un día se casa con alguien su hijo debe tener un lindo nombre :D
P.D.Retorno el Jueves
Eliza hizo lo correcto, al parecer ella fue la que dio el paso por fin. Y es cierto lo que dijo, ya habían terminado hace mucho.
Ahora sólo queda que Juliana le eche valor al asunto y se deje de rodeos.
Por cierto, no sé cómo hacer que puedas seguir mi blog ><
¡Pero agradezco que lo hayas visitado ;)!
Yo sigo el tuyo para ir leyendo más capítulos ;)
¡Nos vemos!
Publicar un comentario