El choque de la copa de Juliana contra el suelo hizo que los invitados que estaban alrededor voltearan hacia ella. Octavio no se detuvo a ver qué pasaba, salió casi corriendo de la casa, tropezó con varias personas antes de llegar a la puerta, pero al fin logró alejarse algunos metros de ese lugar en donde estaba el amor de su vida. Corrió mucho sin saber que Samuel lo había seguido.
—¡Detente Octavio! —gritaba su amigo tratando de seguirle el paso. —¿Qué te pasa? ¿Conoces a Juliana?
Octavio no pudo seguir corriendo. Volteó. Vio que había recorrido una distancia considerable y se sentó en la banqueta. Era el mismo sitio en el que había estado cuando llamó por teléfono a Samuel.
—Soy un idiota Samuel. —dijo con la voz entrecortada por el cansancio.
—¿De qué hablas? —preguntó su amigo sentándose junto a él. —¿Por qué Juliana soltó la copa? ¿La conoces de antes?
—Desde los 11 años. —respondió Octavio recostándose en la banqueta. El cielo era inmensamente oscuro, claro y moteado de estrellas. Cerró los ojos. Quería mantener en su cabeza esa imagen de Juliana con el vestido rojo, se veía tan hermosa, pronto logró regular su respiración.
—…¡Octavio! ¡Dime! —decía Samuel.
—Perdón, no te escuché todo, ¿lo repites?
Samuel miró a Octavio como si fuera un ser extraño.
—Te estoy diciendo que desde los 11 años es mucho tiempo, ya tienes 20, ¿Qué le hiciste a Juliana? ¿Por qué saliste corriendo?
Octavio hizo una mueca que quiso parecer una sonrisa, pero al fin sólo se notó que enchuecaba la boca.
—Me odian en esa casa, tu Xavier, Ronaldo, y antes agradece que no vi a León, él sí iba a descargar su furia contra mí, me hubiera sacado a golpes de la fiesta.
—Sigo sin entender nada, ¿de qué estás hablando? ¿Por qué te odian?
—Juliana es el amor de mi vida ¿sí?, hace dos años interferí en su relación con Xavier, las cosas se pusieron muy feas, ella aceptó su beca a Francia, y yo me dediqué a estudiar para ganarle a Xavier. —dijo Octavio bajando el tono de su voz, como si todas esas acciones hubiesen sido muy tristes.
—¿Qué? Pero si Juliana ama a Xavier, se nota a leguas… —comenzó Samuel dudando un poco de lo que decía.
—Sí… eso dicen… pero es que nadie ha visto sus ojos cuando me mira a mí… Todos piensan que Xavier es el chico perfecto para ella, ya sabes, es guapo, exitoso, pronto se graduará de su ingeniería, tiene un futuro prometedor y todo lo que tú quieras; en cambio yo, yo no era nada, pero las cosas han cambiado, por fin estoy en la escuela de medicina…—arguyó Octavio con una sonrisa en el rostro.
—Estás loco… Juliana es feliz con Xavier… deberías dejarla en paz… —dijo Samuel tratando de tener tacto.
—¿También te pondrás de lado de ellos? Pensé que eras mi amigo, y lo siento, no puedo alejarme de ella, los dos hicimos un trato, yo lo he cumplido, ella tiene que cumplir con su parte. —expresó molesto Octavio poniéndose de pie.
—Octavio, espera, piensa bien las cosas, si de verdad la quieres deberías dejarla ser feliz con quien ella decida… —dijo Samuel poniéndose igual de pie.
—¿Es que nadie lo entiende? Ella es más feliz conmigo, me quiere a mí, también me ama. —respondió Octavio comenzando a caminar hacia su casa.
Samuel se quedó parado. Regresó a la fiesta. La noche era silenciosa. Una vez que llegó a la fiesta se dio cuenta que el ambiente no había cambiado en absoluto. Se sorprendió de que todos siguieran bailando. Xavier iba de un lado a otro atendiendo a los invitados. Ronaldo y León, los primos de Juliana, se dedicaban a bailar arduamente. La familia de Juliana en general estaba feliz con la fiesta. Pero Juliana no estaba. Samuel la buscó con la mirada y no la vio.
Xavier se acercó a Samuel para pedirle una canción, el chico la puso de inmediato, la mayoría de los invitados comenzó a bailar de nuevo, Xavier sonrió y entonces Samuel pensó que debía decirle que Juliana no estaba:
—¿A dónde fue Juliana? —preguntó como quien no quiere la cosa.
—¿No está? —preguntó a su vez Xavier con tono extrañado comenzándola a buscar con la mirada.
—No la veo… —dijo Samuel dándose cuenta que tal vez no había sido tan buena idea informar de eso a Xavier.
—Voy a buscarla. —respondió Xavier y desapareció entre los invitados.
Juliana estaba sola en una habitación. Luego de que había soltado la copa y de que se dio cuenta que Octavio había huido de la fiesta, ella se había ido a encerrar. Necesitaba sopesar la situación, ¿Por qué Octavio había ido a la fiesta? ¿Acaso se había vuelto loco? o era que… tal vez… ¿había cumplido con su parte del trato? Juliana sintió que todo le daba vueltas y se sentó en un sillón que había en la habitación. Cerró los ojos y trató de no pensar en nada.
Los recuerdos abordaron su cabeza de inmediato, como si eso de no pensar en nada fuera una acción completamente imposible para todo ser humano.
Veo ese paisaje nocturno que adornaba nuestra conversación, ya estaba harta de llorar, así que, decidida y con el papel de la beca entre las manos fui a buscarte. Saliste dispuesto a darme un abrazo, pero lo rechacé…
—Me voy. —dije con voz firme mirándote a los ojos.
—¿A dónde? —preguntaste tú, Octavio, deseando que no dijera “de tu vida”
—Del país. —atiné a decir dándote oportunidad de sonreír, entonces preguntaste:
—¿Regresarás?
—Tal vez. —respondí dispuesta a causarte dolor, no podía decir NO.
—Pues a tu regreso yo seré todo eso que tú esperas. —dijiste con una seriedad increíble que pensé que era una más de las promesas que decías y que intentarías cumplir pero que, al final, no serían más que palabras.
Entonces tocaron la puerta. Juliana abrió los ojos.
—Juliana, ¿estás ahí? —preguntó la voz de Xavier. —¿Te sientes bien?
Juliana se levantó súbitamente. Se detuvo unos segundos antes de abrir la puerta. ¿Qué haría? ¿Le diría todo a Xavier o aguantaría hasta el final? La puerta y la voz de Xavier volvieron a oírse.
—Sí, estoy aquí. —dijo Juliana con voz tranquila mientras abría la puerta.
—¿Qué pasó? Me encontré a Diana en el camino y me dijo que te habías encerrado, que tiraste una copa, ¿te sientes bien? —la abordó Xavier con tono preocupado.
—Me siento bien, sólo de pronto me dolió la cabeza. —mintió ella.
—¿Quieres que vaya por una aspirina? —preguntó Xavier.
—No, ya estoy bien, vamos con los invitados. —dijo Juliana tratando de disipar todo recuerdo de su mente.
Xavier la acercó a su pecho, la besó en la frente y luego, tomados de la mano se dirigieron de nuevo a la reunión. Al tiempo que ellos bailaban, Octavio iba llegando a su casa. No tenía ánimos de nada. Sólo sabía que una especie de felicidad iba extendiéndose por su pecho. Juliana había regresado. Estaba de nuevo en México. ¡En México! Una sonrisa apareció en su rostro.
Se sentía doblemente estúpido. Primero por el hecho de haber ido a la fiesta sabiendo que todos lo odiaban. Y luego por no haberse atrevido a afrontar la situación con hombría, eso era haber hablado con Juliana. Pero al día siguiente la iría a buscar. Ya estaba todo el plan en su cabeza. Y feliz, abrió la puerta de su casa, entonces vio que Eliza seguía ahí. Ella lo estaba esperando.
2 comentarios:
Toma!!!
Ay, sé que todos los personajes son importantes, que hay que quererlos aunque sean... raritos. Pero ni conozco bien a Eliza y siento que es una pequeña molestia. Es como un bichito en el parabrisas al que hay que quitar para no estar todo el tiempo pensando en que el cristal está sucio.
Y con Xavier es diferente. Él sí me cae bien. Es que ni siquiera tiene la culpa de nada. Y ya sé que Eliza tampoco, pero... agh sólo no me simpatiza. Tal vez todavía no la conozco bien xD
Opino que Octavio se pasó de lelo. Hubiera ido, la hubiera besado, y le hubiera dicho "llámame, baby" xD. Nah, no es cierto, ya me temía que se iba a ir uno, pero pensé que sería Juliana, y ve!! Fue Octavio el nenita.
Oops creo que me emocioné :D Ya, tú tienes la culpa. Vengo cuando subas el siguiente capítulo.
D: Casi lloro!!
Conozco a una persona que ama con la misma intensidad U.U
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