martes, 25 de mayo de 2010

Célula

Para hablar acerca de cómo conocí a Octavio tendría que remontarme a la época de secundaria. A ese tiempo en que mis doce años me daban el pretexto perfecto para dejarme el cabello suelto sin el menor intento de peinarlo, a esos días en que mi mayor propósito era llegar tarde a la escuela, sólo para contar el número de pasos que tenía que dar corriendo para alcanzar el zaguán abierto antes de que el conserje lo cerrara. Tendría que hablar de lo infantil que era y lo grande que quería parecer. Tendría que decir tantas cosas que a través del tiempo he querido olvidar por completo.

Porque el pasado duele. A pesar de que haya sido un tiempo en que muchas de nuestras acciones realmente no eran nuestra culpa, duele revivir cada una de las palabras dichas, duele ver en la cabeza las miradas, las manos, los abrazos. A mí me duele demasiado. Sin embargo, haré ese esfuerzo de narrar cómo fue que conocí a Octavio, porque el hacerlo me libraría de un recuerdo que quedó atravesado no sólo en mi cabeza, sino también en mi corazón.

Octavio. Aún hoy que pronuncio su nombre no puedo evitar esa sensación que nace en el pecho y que se expande a cada una de mis manos, a cada uno de mis pies, y desemboca en el temblor de los dedos que intentan escribir esta experiencia. Octavio. A él lo conocí una mañana de agosto, una mañana fría, una mañana del primer día de clases en la secundaria.

Yo no me hubiera dado cuenta de su existencia si no fuera por su amigo Joan. Y para explicar bien cómo fue que Octavio se volvió primordial en mi vida tendría que decir quién era Joan. Y él era un niño muy simpático, tenía la tez blanca y los cabellos rubios, sus ojos eran color miel, por eso no es de extrañar que fuera él quien me gustara a la hora de evaluar a mis nuevos compañeros.

—Me gusta ese chico. —confesé a mi primo Ronaldo señalando hacia Joan.

Él me miró con el cejo fruncido, siempre había sido un primo celoso y por eso lo quería mucho.

—¿Ya tan rápido te fijas en los niños? —me preguntó enarcando las cejas.

—Claro, ¿tú no te fijas en las niñas?, sólo dije que me gustaba.

—Ni siquiera lo conoces, ¿cómo puedes decir que te gusta? —rebatió Ronaldo.

—Pues físicamente no se ve mal.

—Su suéter es feo. —sentenció Ronaldo.

Volteé enseguida. Joan no llevaba suéter. Mi primo había pensado que me refería al chico de al lado, al que se llamaba Octavio. Éste niño era visiblemente más alto, de rostro moreno claro, cabellos lacios negros y ojos oscuros. Y su suéter era café.

—Ése no me gusta. —dije rápidamente. —Es el de al lado.

—Ah, pues pensé que era el del suéter, se ve más de tu estilo. —dijo Ronaldo sin darle mucha importancia.

—¿Cómo que de mi estilo? ¿Cómo sabes cuál es mi estilo?

—No sé Juliana, estás loca, los dos son feos, ya deja de fijarte en niños. —terminó Ronaldo y yo crucé los brazos mirando fijamente cómo Joan sacaba los cuadernos de su mochila y cómo Octavio, el del suéter café, comenzaba a sonrojarse.

Pronto me hice amiga de Joan y de Octavio. No me costó mucho trabajo. Les hablaba al principio y al final de las clases, en el recreo los saludaba y solía pasarles la tarea. Joan se empezó a encariñar mucho conmigo, al grado que comenzó a llamarme su mejor amiga. Yo estaba feliz por eso. Octavio, en cambio, cada vez me hablaba menos, si me acercaba a él no me miraba a los ojos, su piel se sonrojaba, pero siempre lo atribuí a que era un chico sumamente tímido.

Un día, en la clase de biología, Joan se sentó detrás de mí. Comenzó a mandarme papelitos porque le interesaba saber mi opinión acerca de una niña que le gustaba. Yo creí que esa niña era yo.

¿Crees que deba decirle que si quiere ser mi novia?, decía su letra fea en la hoja de papel.

La verdad no lo sé, quizás sea muy rápido, respondí haciéndome ilusiones.

Tengo que platicarte bien para que me des un buen consejo, escribió Joan.

Claro, tú dime cuándo y dónde, contesté.

En ese momento la voz de la profesora se escuchó fuerte y clara:

—Van a hacer por equipos de dos o tres una maqueta de la célula, la quiero para mañana, pueden usar los materiales que quieran y la van a presentar en una pequeña exposición.

Joan escribió rápidamente:

¿Quieres ser de mi equipo?

Mi respuesta fue afirmativa, por supuesto. Joan dijo que iba a ir por mí a mi casa, y que luego me contaría acerca de esa niña que tanto le gustaba. Haríamos la maqueta en su domicilio a las cuatro de la tarde. Salí apresurada de la escuela. Ya no reparé en la existencia de los demás, de hecho no solía hacerle caso a nadie, para mí lo más importante era Joan.

Estaba muy nerviosa. Era la primera vez que Joan me invitaba a su casa y la ocasión en que probablemente diría que yo le gustaba. Me arreglé. Escombré mi habitación para que mi mamá me dejara salir. Y cuando el timbre sonó a las tres cincuenta de la tarde el corazón comenzó a palpitarme fuertemente. Salí. Abrí la puerta esperando ver a Joan. Y sí, estaba él… acompañado de Octavio… de pronto la sombra de la desilusión cayó a mis pies.

—¿Octavio?

—Claro, también es del equipo, bueno, vámonos. —dijo Joan sin la menor preocupación.

Octavio se quedó callado, se había sonrojado, caminó al lado de Joan todo el tiempo, sin decir una sola palabra. Yo mientras trataba de omitir su presencia, a veces detestaba realmente que fuera tan tímido, incapaz siquiera de decirme algo como buenas tardes.

La casa de Joan no estaba muy lejos de la mía. De hecho me quedé sorprendida cuando la vi, pasaba por ahí todos los días y jamás me había dado cuenta que en ella vivía un chico como él. Entramos a su sala y comenzamos a sacar material: plastilina, cartulinas, colores, resistol, crayolas, diamantina, entre otras cosas. Joan comenzó a desahogar sus penas mientras hacíamos el dibujo de la célula.

—Sí Juliana, la verdad es que me gusta Lisa.

—¿Qué? —dije llena de incredulidad.

—Me gusta Lisa, la chica de nuestro salón, pero no sé si decirle que andemos, ¿tú cómo ves?

Agradecí en ese momento que la plastilina estuviera en mis manos. Con ella desahogué todo mi coraje. Trabajé rápido dando respuestas cortantes a Joan. Quería irme lo más pronto posible de su casa. Olvidar por qué rayos me había fijado en él. Era un niño. Sólo un niño. Y sí, ya sé que yo también lo era, pero no me sentía tan pequeña. De pronto Joan interrumpió mis pensamientos:

—Voy por más plastilina, ¡eres veloz Juliana, ya te la acabaste toda!

Yo sonreí por compromiso, en cuanto él desapareció borré la sonrisa de mi rostro. Hasta apenas me daba cuenta que todo estaba muy silencioso. Entre la voz de Joan y mis pensamientos se me había olvidado que Octavio también estaba ahí, pasaba tan terriblemente desapercibido que me sentí culpable y levanté la mirada. Él me vio. Le sonreí. Bajó la mirada de inmediato.

Yo traté de hacerle caso omiso. Quise seguir con el trabajo, llenaba el dibujo de la célula con plastilina, pero había tanto silencio que pronto mi respiración y la de Octavio comenzaron a oírse más fuerte de lo normal. De nuevo levanté la mirada. Octavio coloreaba la cartulina. Se veía tan dedicado en lo que hacía. Percibí que sus orejas estaban rojas, también me di cuenta que no se había quitado el uniforme y que traía la ropa planchada. Me di cuenta que de perfil se veía muy bien.

Sonreí al observarlo. Ahí está Octavio, pensé, ¿cómo no me di cuenta de que es tan guapo? Reí al pensar eso y él levantó la mirada. Nuestros ojos se encontraron. Él soltó el color que sostenía, yo dejé la plastilina en paz. Nadie dijo nada pero nuestros corazones se sobrepusieron al silencio. Vi en sus ojos mi reflejo y me gustó. Él iba a decir algo pero calló. Nuestras miradas lo decían todo… vi que su mano se movía hacia la mía… pero…

—¡Aquí está el resto de la plastilina! ¡Ya casi acabamos! —interrumpió Joan colocando el material en la mesa.

Octavio y yo bajamos rápidamente la mirada. No pude deshacerme de esa sensación que había provocado en mí. Ese día soñé con él. Y a partir de ese momento Joan dejó de importarme.

2 comentarios:

Betzabé dijo...

Awwww... mi vida.... me hiciste acordarme de todas esas cosas gays que me pasaron en la secu con un escuincle :D

Ohhhh... espero el próximo capítulo... éste me gustó mucho!!! Son unos chulosos... xD

Ariadna 'Maka' gakariie dijo...

D: Tan rómantica esa imageeen!! "Nuestros ojos se encontraron. Él soltó el color que sostenía, yo dejé la plastilina en paz. Nadie dijo nada pero nuestros corazones se sobrepusieron al silencio. Vi en sus ojos mi reflejo y me gustó. Él iba a decir algo pero calló. Nuestras miradas lo decían todo… vi que su mano se movía hacia la mía…"

Hermosa historia!