Esperar. Palabra sabia. Es-pe-rar. “Sólo el que espera podrá encontrar lo inesperado” dijo Cortázar. Pues a Xavier le molestaba esperar. Sobre todo eso de esperar a las personas. Llevaba diez minutos tamborileando sobre sus rodillas mientras la música de su reproductor inundaba sus oídos. Esperaba a Magaly. ¿Por qué la gente no puede ser puntual y punto? ¿Por qué esa manía de ir acumulando los minutos y salir cinco o diez o treinta minutos tarde?
“Cuando termine esta canción me iré”. Y la canción se terminó. “Ok, esperaré tres canciones más y si no viene, en serio, me voy”. Y pasaron tres canciones más. Xavier se puso de pie, miró a la izquierda y a la derecha, cruzó la calle. Revisó la hora. Veinte minutos es-pe-ran-do. “Bueno, creo que ha sido suficiente”. Caminó en dirección a su casa. Entonces alguien tocó su hombro.
—¿Ya te vas? —era Magaly con aparente agitación.
Xavier puso los ojos en blanco.
—Oye, no me hagas esas caras. —sonrió la chica tomándolo del brazo.
—Llevo veinte minutos ahí sentado, si ibas a llegar tarde me hubieras avisado.
—Lo siento, no fue mi intención. —se disculpó la chica con cierta indiferencia. —Tengo que contarte algo muy interesante.
—Sí… dame el avión. —Xavier se sintió estúpido por molestar a Magaly con algo tan trivial como la puntualidad, pero ¿es que nadie entendía que a él realmente le molestaba esperar?
—¡No te enojes Xavo! Esto en realidad te va a interesar.
Xavier no dijo nada. Dejó que su amiga comenzara a contar su anécdota. Ella era siempre así, tan despreocupada del mundo. Ni siquiera se había dado cuenta que Xavier estaba enamorado de ella. Muy secretamente. Tan secretamente que él no lo aceptaba. A Magaly no le gustaba caminar y por eso a la primera oportunidad que encontró hizo que Xavier se sentara en la banqueta y la siguiera escuchando.
Como siempre, hablaba de su novio. ¿Por qué le interesaría a Xavier saber de él? Porque su novio iba nada más y nada menos en la secundaria que quedaba a dos cuadras de la casa de Xavier. ¿Y eso qué tenía de interesante? Pues que el novio de Magaly sabía muchas cosas acerca de los vecinos de Xavier.
—Y pues por eso creí que te interesaría saber algo de alguno de ellos, ¿no te gusta una vecina o algo así? Yo puedo investigar sobre ella…
Xavier volvió a poner los ojos en blanco. Le gustaba Magaly, pero ¿cómo podía creer que a él le interesaría el chisme?
—¿Para esto llegaste veinte minutos tarde? —dijo todo mala onda.
—Pues… no exactamente. Es que me quedé pensando en algo que dijo mi novio.
—¿Qué?
—Xavo… ¿tú le perdonarías a tu mejor amigo que anduviera con la niña que más quieres en este mundo?
—Bueno… para empezar no tengo mejor amigo ni niña que más quiera en este mundo. —Xavier se sintió más que nunca un solitario.
—Supón que los tienes. Supón que tu mejor amigo lo ha sido desde toda la vida. Supón que a la niña la tienes en un altar. ¿Lo perdonarías?
—No sé, ¿por qué habrían de engañarme? Se supone que son las personas que más quiero en esta vida, ¿no?
—Exactamente, ¿por qué habrían de hacerlo? ¿Por qué la gente se traiciona?
—Estás bastante filosófica el día de hoy. —dijo Xavier mirando a Magaly como una persona nueva.
Magaly siguió hablando. Xavier la escuchaba. Dudas de seres humanos. Dudas de personas que creen que son seres humanos. Vaya, por vez primera Xavier se daba cuenta del juego de palabras: ser humano no es lo mismo que ser humano. Uno es verbo, el otro sustantivo. La tarde transcurrió apaciblemente, luego de comer helado Magaly se fue a su casa, veinte minutos después de la hora. “Sospecho que esa niña tiene la vida atrasada veinte minutos”.
Pero era cierto. ¿Por qué la gente se traiciona? Él, Xavier, ¿había traicionado a alguien? ¿Alguien lo había traicionado? ¿Ese alguien lo hizo con intención? ¿Tener intención o no tiene mucho que ver en una traición? ¿Solamente es traición cuando se hace con intención? Pero si no se hace con intención ¿acaso no es traición por ser descuidado? Trai-ción. La cabeza le daba vueltas.
Y luego el perdón. ¿Qué es realmente el perdón? ¿Decir “Te perdono” y por dentro no sentir ni un ápice de reconciliación? ¿O no decir nada y simplemente olvidar el asunto? ¿El perdón tiene que ver con el olvido? Parecía que sí. ¿Cómo decía la frase? Ah sí, ¿“Para triunfar en la vida ama, perdona y olvida”. Per-dón. Mismas sílabas que la traición.
Xavier sonrió al recordar las palabras de Magaly. “No pensé que realmente existiera la gente que perdona” “¿La hay?”, había dicho él con gesto sarcástico. “La hay, una chica que perdonó a su prima por haber andado con su novio” “Ya ni me cuentes… telenovela barata…” Que ya ni le contara, que podía imaginarse el desenlace, la chica la perdona y luego la perdonada la vuelve a traicionar y luego el novio infiel la vuelve a buscar y total que se hace un lío que sólo alguien con verdadero tiempo de ocio se puede dignar a escribir.
“Pues te equivocas”, rechazó Magaly, “Porque la que perdonó no volverá a aceptar al novio infiel, y la prima traicionera se reivindicará y será mucho mejor persona que antes”. Historias optimistas. El novio infiel se arrepiente de sus actos, se da cuenta que a quien quiere es a la que le puso el cuerno y hace lo posible por recuperarla, pero ella jamás accederá.
“Debería conocer a esa niña”, pensó Xavier, “Siento que es la misma de la que me habló Joan”. Quiere conocerla y decirle: Oye, soy tu fan por hacer de tu vida una telenovela. ¿Cómo reaccionaría ella? ¿Con una cachetada, con la indiferencia, con la risa? Xavier se sonrió. ¿Por qué terminó pensando en eso? Él reflexionaba acerca de la traición y el perdón. ¿Alguien sabe el verdadero significado del perdón?
Una vez escuchó a un cura contar la historia de una madre que buscaba a su hijo desaparecido. Luego de arduas semanas de búsqueda, halló el cuerpo mutilado de su hijo tirado en la calle. La madre se acercó al cadáver y con lágrimas en los ojos clamó el perdón a los asesinos. “Perdónalos, no saben lo que hacen”. ¿Eso era el perdón?
La cabeza daba más vueltas. Xavier entendió que sabría más del perdón el día que le tocara perdonar a alguien. Por el momento su vida era tan simple que ni siquiera las traiciones cabían. A menos que él mismo se traicionara. Pero ¿cómo era posible hacer eso? No tenía ganas de traicionarse, porque para empezar no sabía qué traicionar. Tan enclenque su existencia.